Decíamos ayer que Pizzoleto era la mascota de Telepizza allá por los años 90, y en cierto modo, Nescafé Capuccino también tuvo la suya. Hablamos de la rama de gusto italiano de la marca más famosa de café soluble, que en un par de anuncios nos llamó a un paisano de Raffaella Carrá llamado Angelo que estaba como un cencerro.
Su primer anuncio nos contaba cómo el buen hombre estaba en su casa haciendo sus labores cuando una una rubia de buen ver le dice que tiene el coche en su plaza de parking. Él, cual tertuliano político, no le deja meter palabra, y sin que ella que se dé cuenta la embauca, la mete en su salón, le prepara un capuccino en un pispás y ella queda prendada de él, porque es una de esas mujeres que se conquistan por el paladar. Lo fuerte viene cuando el hombre le confiesa que no tiene coche y vemos un corte; a continuación, Angelo dice a cámara que para la noche lo tienen en modelo descafeinado.
Lo que ocurre con la rubia, que bien podría llamarse Charito Piedra por su aire a lo Sharon Stone, una vez Angelo le dice que él no tiene auto es un enigma. Pero con Angelo está como un cencerro, lo más posible es que la asesinase, metiese su cadáver en el maletero del coche y la tirase al pantano, rollo ‘Psicosis’. Y que ya después del ajetreo, para dormir, sí que degustase un capuccino de sobre descafeinado.
Con Angelo, además, perpetuamos el estereotipo de que los extranjeros presumen de cocina patria a base de productos precocinados, como François, el de los quesos President, que vas a verlo de visita a París y te pone quesitos empaquetados del supermercado de la esquina.
A los espectadores les moló Angelo, solo así se explica que protagonizase una secuela para seguir vendiéndonos capuccino de polvete. Nuevamente, veíamos una mujer trabajadora que se estresa por conciliar su vida profesional y personal, y que tumbada en el diván le va contando sus problemas a su psicólogo, que resulta ser nuestro amigo Angelo, el psicópata.
Él, que se sacó el título de psicología por un cursillo del paro, le recomienda que “quando arriva a casa” se tome una taza de café cremoso, delicioso. Así, Angelo demuestra ser un homeópata, que combate el estrés de la buena señora con cafeína, cuando lo normal sería decirle que se tomase una tila. Además, el anuncio vendía capuchino normal, ni siquiera descafeinado, por lo que cualquiera aguantaría a la buena señora a las doce de la noche cansada de su vida y los ojos abiertos de par en par.
Admito que no sabía si actualmente se seguía vendiendo el capuchino soluble de esta marca, y resulta que sí. Yo es que tomo el café de cápsulas y de marca blanca y claro, no me entero de qué productos van y cuáles vienen de la estantería del súper.
Angelo no solo lo padecimos en España, sino que fue parte de una campaña internacional, y que se disfrutó en varios idiomas.
A Angelo lo interpretaba el actor de telefilmes Bruno Maccallini, que fue durante un buen porrón de años imagen de los cafés capuchinos de la marca, y en otros países le vimos disfrutar otras aventuras que no llegaron a España, como una en la que conquistaba a una madurita, a un ama de casa y con su hijo delante, o un cara a cara consigo mismo. Disfruten.
Quizá lo he soñado, pero creo recordar otro anuncio donde dos damas y Angelo jugaban al parchís y al final del anuncio él se llevaba un pescozón por preguntar «E alhora… a che juggiamo?», mientras con la mano hacía un pícaro gesto entre agitar el cubilete de los dados y lo que viene siendo una manola.
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Lo investigaré!
«por lo que cualquiera aguantaría a la buena señora a las doce de la noche cansada de su vida y los ojos abiertos de par en par.»
Me la imagino en plan lemur comiendo techo.