Este ha sido el primer año que he ido a Eurovisión, y en un principio no sabía muy bien cómo iba a narrar por aquí mi experiencia.
Pensé contar lo flipante que es vivirlo en Golden Circle, al lado del escenario, viendo cómo se crea magia durante el momento en el que se presentan las postales del país que canta a continuación. Lo lindos que fueron Amaia y Alfred en la entrevista que les hice para Bluper. Lo caro que es el merchandising (¡casi 30 euros por una camiseta!). La odisea de cruzar una cerveza de una punta del Meo Arena a otra sin tirarla, que bien podía ser una prueba del Grand Prix. Cómo el recinto se volcó con los representantes de España durante ‘Tu canción’, y que aunque no lograron ganar, se llevaron el cariño de toda esta gente. El calor que hacía en la planta baja del Eurocafé. O la gente tan maja que hemos conocido por el Eurovillage y aledaños.
Sin embargo, me voy a explayar con algo que pasó durante la segunda semifinal, y que apestaba a homofobia por doquier, y es el hecho de que nos hicieron tirar las banderas LGBT, y no porque se incumpliese, por ejemplo, unas medidas excesivas, o porque ya estaba bien con llevar solo una de tu país. Pero para esto, me voy a remontar a la primera semifinal.
En la semifinal del martes tenía entradas Golden Circle, cuya cola se comparte con la gente que iba a pista. En el primer acceso, un señor policía me mide las banderas, un poco así a ojo, y me dice que sin problemas y que tire para dentro. Durante el control de acceso, ya con la entrada pasada por el escáner, hubo eurodrama con nuestras banderas y ponchos de España: se excedían de la medida, y como sabíamos que podía pasar, a una caja que van a parar varias banderas roja y gualdas y la de arcoíris.
Al rato vemos cómo el recinto está lleno de banderas igual de grandes, y volvemos a hablar con los señores policías, admiten su error, y nos permiten buscar dentro de aquella vorágine de trapos nuestras pertenencias; por suerte, como tenían capucha los ponchos fue fácil. Todos felices y con banderas.
Llega el jueves, segunda semifinal, con las mismas entradas. Ya en la cola, nos dividen en los que van a pista y a los que van a Golden. Yo iba cargado con un arbolito de Navidad, con un poncho en los brazos, mi gorro de España modelo ‘Cuando zarpa el amor’, y la bandera arcoíris metida a modo de cinturón, un poco como si fuese una cola.
Y ahí es cuando el señor policía de turno me hace tirarla. Que está prohibida, y que para pasar hay que dejarla, sí o sí. En un primer momento la dejo, pero aquello apestó mucho; casualmente, ese día actuaba Rusia, y me hacen dejar mi bandera en una caja.
El problema era para las banderas LGBT+ exclusivamente; conocí un chaval de Reino Unido que llevaba la Union Jack con colores arcoíris sin problema, o un chico que iba entero vestido con un traje de arcoíris, y eso no suponía ningún eurodrama.
Me pareció una injusticia de narices, y llamé a mis compañeros de Bluper para contarles lo sucedido, y ellos se hicieron eco a los pocos minutos, y le pasé alguna de las fotos que luego han ido circulando por diferentes artículos, como esta.
Como no quedo contento, en mi grupo de amigos buscamos la normativa de la UER para protestar, y acudimos de nuevo al policía. El señor nos dice que eso no es cosa de ellos, sino de la organización, y que al igual que yo le enseñé mi fuente, él me enseñó unos papeles con las banderas y objetos prohibidos, y allí figuraba la bandera arcoíris con la palabra «peace», paz. Le expliqué que no era la misma, pero no hubo tutía. Como somos muy Gloria Sierra, aquella conversación quedó grabada, por si luego alguien dudaba de nuestras palabras.
Mientras, en la cola, seguían requisando banderas de tela, de papel, con palito, y de cualquier modalidad. A veces, ni las tiraban en la caja; las dejaban en el suelo en un montoncito, porque estaban quitando tantas que no cundía ir hasta ella para tirarla.
Mi grupo de amigos, y yo en particular, teníamos una mala leche muy grande. Y no sé exactamente quién tuvo la idea de lucir en nuestros teléfonos móviles la bandera arcoíris durante la actuación de Rusia, como protesta silenciosa por la homofobia que habíamos sufrido.
Nada de abucheos ni similar, en silencio, con el móvil en alto, y nada más. Pasamos una foto que nos pareció bien al grupo de Whatsapp, y cuando la pobre Yulia, que no tiene culpa de nada que no sea su afinación, salió a cantar, levantamos los terminales.
Detrás de mí había un chico australiano, Robert, que cuando acabó la canción me dijo que le había gustado el momento, y que lo había grabado y subido a su Instagram. Le pedí que me pasase las imágenes, y son estas.
Poco después me encuentro en el Golden a Matías, que lo conocía por Twitter y nos habíamos cruzado un par de días antes ya por Lisboa, y hablamos de lo sucedido. A él también le hicieron tirar su bandera, y cuando nos vio nos hizo fotos y las subió a Twitter.
No han dejado pasar banderas LGTB+ a la zona del escenario y la gente ha reaccionado así: MARAVILLA #Eurovision pic.twitter.com/4NqF6oI58E
— Matías (@masorhu) 10 de mayo de 2018
No sabía ni que era mi grupo, pero le gustó el gesto, y después de la instantánea buscó una bandera en su móvil e hizo lo mismo, y dijo que vio a más gente hacerlo. Su tuit comenzó a ser retuiteado bastante, y mucha gente «robaba» sus fotos para compartirlas y denunciar lo sucedido.
Así, formamos una pequeña cadena que ha hecho un poco de ruido y ha salido en bastantes medios, y por lo visto hasta UPyD ha hecho declaraciones al respecto (¡ay, Olga, lo que nos hubiésemos reído con esto!). Y por ese mismo ruido, hay quien ha dudado de la veracidad de lo sucedido, diciendo que sí se podían entrar banderas LGBT a la segunda semifinal.
Cierto es que en primera fila de Golden había una persona con la banderita LGBT y la Trans (azul, rosa y blanca), y a mi lado, un chico portugués llevaba una grande LGBT que dijo que llevaba doblada y que no le hicieron abrir. En una grada a mi izquierda se veía otra, y poco más. Nada que ver con el martes. Y parece que donde más banderas se quitaron fue precisamente en Golden, y no en otras zonas.
Así que, desde aquí doy las gracias a todos los que protestaron en redes porque a ellos mismos les retiraron las banderas o porque se hicieron eco de lo sucedido, los que fotografiaron nuestra protesta silenciosa, los que se sumaron, a los medios. Y espero haber arrojado algo de luz a los que no se creían la historia porque solo conocían una parte, por ejemplo, el haber visto una bandera por televisión.
Ah, y he oído por ahí que hay quien apunta que la bandera que lucimos discrimina a las personas transexuales. Bajo mi juicio, la bandera arcoíris es la más inclusiva que hay, y el amor es amor, ya sea por un novio, por un amigo, o por el resto de los seres humanos sin importar nada más. Y con tiempo igual habríamos encontrado una imagen mejor, pero fue lo que salió sobre la marcha. Al menos, tuvimos una reacción instantánea. Algo es algo.
«We are unstoppable»
Conchita Wurst, al ganar Eurovisión en 2014.