Cuando uno sale al escenario a cantar puede pasar de todo. Que si me tropiezo en una coreografía, que si el vestido se queda enganchado y no me puedo mover, que si se te cuela un espontáneo en mitad del show de una final de Eurovision… A veces pasa una desgracia de algún tipo que hace que el concierto se suspenda, como por ejemplo el ataque de pánico, como a Pastora Soler.
Pero en medida de lo posible, ya lo decía Federico Mercurio, el espectáculo debe continuar. Recordemos el caso sucedido este verano cuando Enrique Iglesias intentó coger un dron que le está grabando y se cortó la mano. El hermano de Julio José, Tamara Falcó y de mucha más gente comenzó a sangrar como un gorrino en una matanza y fue atendido por los servicios de emergencia. Su camisa, antaño blanca, parecía una compresa usada. Se le recomendó suspender el recital, pero él se debe a su público y dijo que nanay de la china, que él acababa el concierto y lo hizo. Al acabar, suponemos, tuvo que tomar mucho líquido para contrarrestar la sangre perdida, o algo así.
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En 2016 Enrique no ha sido el único artista español al que el escenario le jugó una mala pasada. Antonio Orozco actuaba en Tarragona cuando se partió el tobillo en la segunda canción. Pero él no se bajó del escenario, allí fue atendido y se le vendó el pie, y continuó cantando hasta el final. De hecho, no dejó ni de cantar mientras los médicos hacían su trabajo y le pidió al público que cantasen ‘Devuélveme la vida’.
Los siguientes conciertos los dio sentado en una silla tipo la de las Ketchup en Eurovisión de la que se levantaba cuando podía, y luego bromeó incluso conque empezaría a cantar a la pata coja como Axel Rose en su primer concierto con AC/DC (algo así como si Rosa López hiciese una gira de vocalista de La Oreja de Van Gogh pero con la pierna lisiada, claro). Otro caso similar fue el del cantante de Foo Fighters, Dave Grohl, que se partió la pierna, paró el concierto, fue al hospital y regresó presumiendo de yeso para satisfacer a sus fans.
Y es que son muchos los artistas que tienen que salir al escenario con alguna escayola por aquí o por allá. El caso más tierno que he encontrado es el de Jennifer Rush, que para hacer un para hacer un playback en televisión de ‘Higher Ground’ en el que entró con la música ya empezada y se arrastró a la pata coja como pudo hasta el escenario y una vez con las posaderas en una silla de Ella Baila Sola puso la pierna en alto sobre un altavoz. ¡Más linda!
La edad no perdona a nadie, seas artista o no. Hace muy poquito vimos muy debilitado a El Puma, que sufre una fibrosis pulmonar y que necesita tener un tanque de oxígeno en el escenario para poder llevar a cabo sus conciertos.
Y también podemos hacer mención a Amaya Uranga y su muleta. La diva vasca hace años que tiene problemas de salud y siempre va apoyándose en una muleta, aunque con esta no le basta y de hecho pasa bastante parte de los conciertos de El Consorcio sentada. Pero cada vez que puede se levanta, aunque ya no pueda hacer coreografías divertidas como la del chacachá del tren.
Y cierro este repaso hablando del primer concierto que fui en mi vida: a ver a Bom Bom Chip al decandente y estelar Tívoli World. Fue en la primavera-verano del año 93 si no me equivoco, y Sergio tenía una pierna rota. El espectáculo era en riguroso playback y con mucha coreografía, algo que se complicaba si uno de los críos tenía la pata chula. Así que se solucionó montando a Sergio en una silla de oficina y con un animador alto y desgarbado haciendo los bailes con los chicos y moviendo a Sergio de un lado a otro del escenario. ¡Ojalá encontrase un documento gráfico de aquel momento!