Esta semana viendo el programa de ‘Mi casa es la tuya’ dedicado a Pastora Soler, su eurocompi Soraya Arnelas contó una batallita de cuando fue a Eurovisión. Al parecer, una hora antes de salir al escenario salió a atender a un medio de comunicación griego, y al regresar no la dejaban entrar por un problema en su identificador. Y tuvo que pedir cosorro y aulisio para que alguien de su equipo dijese que tal como la extremeña afirmaba era ella la representante de España en el Festival de 2009. Al final la dejaron pasar, pero la noche no fue para ella. Pobrecita.
Esto me hizo recordar otros famosos a los que no reconocen. Hace poco leía también esta entrevista a Marilia, la que cantaba ‘Lo echamos a suertes’ junto a Marta, y contaba que un día fue a pagar en el supermercado y al enseñar el DNI le dijo la cajera “Marilia, como la de Ella Baila sola”. Qué memoria tenía la tía, que recordaba el nombre de la artista, pero qué poco ojo, porque no se dio cuenta que era la propia Marilia Casares a la que estaba cobrándole yogures y avecrem. La verdadera Marilia, la de ‘Cuando los sapos bailen flamenco’, ‘Despídete’ y otros tantos hits superanimados.
También me acordé de una entrevista que dio Lolita, no recuerdo en qué programa, y contaba que una vez fue a trabajar a América Latina y que su madre, la Faraona, la acompañó. Al pasar, no recuerdo si por el aeropuerto, en el hotel, o dónde, fueron identificándolas una a una. “Lolita… pase. La madre de Lolita… pase”. Y en eso que el Torbellino de Colores interrumpió para aclarar la confusión. Que ella no era la madre de Lolita. Que ella era Lola Flores.
O cuando a Dioni de Camela una señora le paró para preguntarle que si era el cantante de Ketama, y él, para no desilusionarla, le dijo que sí. Y entonces la mujer le dijo que le encantaba la canción de ‘Tú me camelas’. La mujer olía a humo y sabía que allí habían fumado, pero no estuvo acertada del todo.
Pero sin duda, mi error favorito lo protagonizó Chenoa. En una entrevista que concedió a La Revista 40 contó cómo un día estaba en un restaurante comiendo, porque ella es humana y se alimenta. Y un comensal de la mesa de al lado la reconoció como personaje popular, y dijo “¡Mira, la de ‘Gran Hermano’!”. Ella, que quiso sacarle de su error, corrigió al comensal vecino. “No, soy de La casa de tu puta vida”. ¿Se puede ser más grande?