Esta semana Manuel Bartual ha tenido a todo Twitter flipando con su historia ambientada en un hotel donde pasan cosas raras. Por otro lado, Lucía Jiménez vuelve a la actualidad televisiva por su participación en ‘Tu cara me suena’. Y yo he mezclado ambos conceptos y me he puesto a revisitar ‘El refugio del mal’, película estrenada en diciembre de 2002 y que yo llegué a ver en el cine.
Se trata de un largometraje (al que yo quiero verle) influencias de Hitchcock por su corte clásico y el tipo de música empleada en el nos encontramos una historia de misterio, suspense y/o intriga -siempre confundo los géneros- que gira alrededor de un apartado hotel. Como ‘Psicosis’, pero está ubicado en el pirineo aragonés en lugar de una antigua carretera secundaria de Fairvale.
‘El Refugio del Mal’ está escrita y dirigida por un debutante Félix Cábez que se ve que le pone cariño e interés, aunque resultado final resulta flojito. Como la película tiene más de diez años y la han dado por televisión varias veces (hasta en un ciclo de TVE dedicado a los Goya, y eso que no llegó a estar nominada en ninguna categoría) yo te la voy a contar entera, escena a escena. Y luego tú ya decides si te buscas la manera legal de verla.
Todo comienza con Martín (Daniel Freire, de moda entonces por ‘Ana y los Siete’), un tío que va viajando con su moto por pueblecitos remotos buscando un embalse que se ve en una foto, en la que también hay un hombre y una mujer. Tras encontrar el sitio para a repostar en una gasolinera en la que le atiende Alfredo Landa (¿un guiño a ‘Lleno por favor’?), le pregunta por el hotel más cercano, y allí que se va.
Así da parar en el Arcadia, un pequeño hotel sin clientes en el que viven la dueña Simona (Rosana Pastor), un empleado, Jerzy (el atractivo Juan Fernández) y unos cinco abueletes. Tras inscribirse, Martín pregunta por otros huéspedes, y allí le responden que allí no hay nadie desde hace días, y él se queda extrañado.
El hombre se pone con la mosca detrás de la oreja, pues parece haber quedado allí con alguien, y llama por teléfono y escucha el móvil de su interlocutor en el dormitorio de Jerzy. Qué raro, pone cara de pensar mientras se le cae su móvil y lo pia y lo destroza; si le dijeron que no había clientes desde hace días. Jugando a ser Jessica Fletcher se infiltra en recepción y todo, y comprueba que el libro de huéspedes está vacío, que allí no se registra a los clientes. Todo muy raro.
Por la noche la dueña, Simona, invita a gintonic a Martín y se ve que la mujer está regular de los nervios además de muy cachonda, y le cuenta cosas como que de pequeña su juguete favorito era un atlas (¿hola?). En plena cita aparece Eloísa (Lucía Jiménez), la hija de Simona, que ha ido a ver a su madre y de paso intentar convencerla de que venda el hotel, que es una ruina que se cae a cachos. Se llama Eloísa, pero a partir de ahora yo la llamaré Silvia, como su personaje de ‘Al salir de clase’, que me gusta más.
En esto que Martín sigue a lo suyo, jugando a ser ‘Colombo’ y saca otra foto, recibida por un email, en la que se ve junto a la pareja de antes un coche idéntico a otro aparcado en la puerta del hotel, pero con otra matrícula. Jo, qué raro es todo, de verdad, tía; primero el móvil y ahora esto.
El buen hombre sale a pasear con su moto a los alrededores del hotel y se encuentra a uno de los vejetes; el anciano le suelta sin venir a cuento que él llegó al pueblo para crear un pantano en la época de Franco, y que se quedaron a vivir en el hotel al acabar y que a cambio hacen chapuzas y recados a la dueña. Que Simona heredó el negocio, que era de una republicana chiflada, y que también heredó a los abuelos como si fuesen parte del mobiliario. Y después le pide que le suba al hotel, que tiene las piernas fatal y que qué más le da.
En el hotel, Martín y Eloísa empiezan a tontear, y la muchacha empieza a contarle que su madre es tonta por no querer vender aquel sitio en ruinas, que allí solo van putañeros, y que por eso la madre ni usa el registro de huéspedes, porque es para gente discreta y sin sitio.
–¿Para qué lo mantiene entonces? – pregunta Martín.
–Eso quisiera saber yo– responde Silvia.
Y ahí empieza a entenderse la clave del misterio, ¿por qué, zeñó, por qué? Un poco después es Martín quien le cuenta su historia a Lucía Jiménez: está en ese hotel por un jueguecito con su hermano. Se dejan pistas por email de en qué lugar están (la presa), y hay que verse en el hotel más cercano a la foto, por eso se aloja en el Arcadia. Y que cuando llamó al móvil de su hermano sonó dentro del hotel, y que el coche de su hermano con otra matrícula está en el hotel, y todo es más raro que Leticia Sabater en una biblioteca.
Para ayudarle en sus pesquisas al hombre que conoce desde hace un rato, Lucía Jiménez (cuyo personaje usa la colonia Alegría de Adolfo Domínguez) consigue robar las llaves del coche, que tiene un GPS de la leche. Martin comienza a comprobar con el aparatito por fechas dónde estuvo el vehículo, y todo coincidía con los destinos de su hermano; no había duda, ese vehículo era de de él, y algo había pasado allí.
Silvia-Lucía no sabe de qué va la película, pero exculpa a su madre, a la que poco después vemos borracha en el hotel hablando con uno de los viejos huéspedes, que resulta ser su propio padre. La mujer sufre mucho en silencio, pero no por temas de almorranas; algo más oscuro parece sacudir su alma.
Al día siguiente Martín intenta irse ya para siempre del Arcadia, pero los viejos le obligan a tomar una copa de vino, y él accede no se sabe por qué. Aprovechando el rato que le queda se tira a Silvia en una piscina vacía, la madre los pilla y se lía parda, porque la señora está celosa. Ella también quiere macho.
El semental de Martín busca sus bragas y se va del edificio con su moto, pero en plena carretera se desmaya, sufriendo un accidente. Allí que aparecen Jerzy y su novia Mariajo (Nur Al Levi), que también curra en el hotel, lo recogen, lo meten en un saco de dormir y lo tiran a la presa de Franco. A tomar por culo el huésped, hombre ya.
Que esto me recuerda a ‘El arte de morir’, película también con Lucía Jiménez en la que meten a alguien en un saco y lo tiran a un lago, y como no puede salir muerte. Mas en ‘El refugio del mal’ resulta que Martín es un superhéroe que logra escapar del saco, y vuelve al hotel un poco para vengarse y un poco porque está en mitad de la nada y tampoco puede ir a otro lado.
Mientras, en el Arcadia, una pareja está cenando y él saca un collar de oro y le pide la mano a ella, que accede; para celebrarlo, los viejos invitan a vino… Y poco después Simona ve a los viejos apaleando a la pareja en su dormitorio, porque resulta que son todos asesinos pero rústicos y en vez de pistolas tienen palos y palancas.
Simona estalla: está harta de que le maten a todos sus huéspedes para sobrevivir, y como ni su padre –también en el ajo–puede calmarla entre todos deciden matarla y quemarlo todo aquello. Lo normal en estos casos.
El superhéroe Martín aparece por allí de nuevo, consigue despertar a Silvia (que bebió vino con droja) y huyen a una antigua mina o algo así, pero los viejos van tras ellos. Allí se produce un intenso enfrentamiento en el que se abofetean la cara tal que así.
Los buenos logran huir, claro, y de paso matan a Jerzy y lo despeñan en la presa. Ya en el coche que era del hermano de Martín descubren el cadáver (o casi) de Simona. Ay, qué malos son todos.
Todavía no ha acabado la historia: los viejos toman las riendas de nuevo y obligan a Martín a tirar los cadáveres de la pareja prometida y apaleada a la presa, y mientras el viejo del principio le cuenta cómo cuando acabaron las obras de la presa no tenían nada, y que esta es la forma con la que aprendieron a sobrevivir. “Cada uno busca la dignidad a su manera”, se justificó el villano, aunque es una frase que podría decir tu mejor amiga borracha de fiesta.
Al final consiguen escapar de todos, y mientras intentan llevar a Simona al hospital, paran de nuevo en la gasolinera de Alfredo Landa; cuando arrancan y se comienzan a ir, aparece de la nada Mariajo, que se ve que es hija de Alfredo, y este lleva una pieza del coche en la mano. Que se van a matar en la próxima curva, vaya. Ahí acaba la película y empiezan los créditos, escritos en Comic Sans.
En general, la película es lenta, y tienes la sensación de que acaba tres veces (cuando tiran a Martín a la presa, cuando mata a Jerzy, y cuando finalmente escapan). Las interpretaciones dan de sí lo que pueden, con unos personajes tan desdibujados, tan pobretones. Una mezcla extraña entre ‘La Comunidad’ y ‘El Resplandor’, el cine de Hitchcock, las películas con viejecitos asesinos (‘Justino’ y similares) y los libros de Agatha Christie, que intenta ser tan sobria que se queda en nada. Al menos intenta hacer una película de género de manual, alejándose de ‘School Killer’, ‘Tuno Negro’ y otros productos de la época, que eran casi autoparódicos.
Para mí, lo más interesante de la película es que Lucía Jiménez vuelve a situarse como una scream queen patria tras ‘El arte de morir’, y que uno de los viejecitos sea la leyenda del terror Jack Taylor, cuyo personaje tiene traqueotomía pero su voz suena como si fuese un robot sin saberse por qué. El resto, pues bueno, los amantes del terror la pueden ver… El resto ya tal.
.Me parese una película más española queriendo imitar a las americanas pero ni de lejos me parese una película de querer y no poder
Que película tan aburrida. Las actrices no tienen nada de atractivo están muy feas. El tipo está muy viejo y lo quieren hacer pasar de 20 años, ¡Que estupidez!
Y lo peor de todo….esos malditos acentos, esas horribles voces y asqueroso idioma.
En fin tremenda porqueria.