En redes sociales es muy posible que cada ciertos días leas comentarios tipo «bla, bla, bla, la maternidad esto», o «bla, bla, bla, la maternidad aquello». En Twitter y Facebook la maternidad ha sustituido a temas de conversación como los complementos hecho a mano, Cabano y #SufroComoGeno. Ya sea porque Soraya se fue a cenar con su marido a la semana de dar a luz y sin su hijo, porque Samantha Villar no envuelva su maternidad en un cuento de hadas o porque ahora todo el mundo sepa lo que es la gestación sobrogada y quiera opinar si una mujer puede o no preñarse del hijo de otra pareja.
El otro día en Paramount Comedy (o cualquier otro canal, porque yo soy muy de confundir lo que tengo en el 17 de la tele con lo que hay guardado en el canal 22) emitieron ‘Este chico es un demonio’, un clásico de los 90 a la altura de ‘Solo en casa’ y que resulta de lo más que interesante por la forma en la que habla de la maternidad, la adopción, la gestación subrogada y el postureo que proyectan muchos por el hecho de ser papás o mamás.
Todos la recordamos su trama: un niño huérfano es malo de que hasta la ‘Supernanny’ lo daría por caso perdido, porque se mea en las hogueras, destroza la auto caravana de sus padres adoptivos con grúas y como te descuides te provoca un incendio en el dormitorio solo porque hay payasos y a él no le gustan los payasos.
Sin embargo, la película esconde un trasfondo más amargo detrás de esa capa de diversión y amabilidad. Los protagonistas adultos de ‘Este chico es un demonio’ son el matrimonio Hilly, formado por Ben (John Ritter) y Flo (Amy Yasbeck), que no pueden tener hijos. Y la cosa que no es que ellos tengan una llamada de la selva muy brutal, sino que se sienten desplazados de la sociedad por no poder procrear. Porque las personas normales e integradas en la sociedad tienen hijos, y ellos no -en este caso por «culpa» de ella, que es estéril, pues la mujer es la portadora de todos los males del mundo-. Un problema que el matrimonio resume como que «la naturaleza nos ha jodido».
Antes de saber que no podían tener hijos, los Hilly buscaban el mejor nombre para su retoño con un libro en mano. Pero no buscaban algo original, sino la mejor elección según la personalidad del nombre. Por ejemplo, tantean Donald solo porque podría ser presidente, que es lo que un buen padre haría. Pero como no pueden concebir se plantean adoptar, analizando los pros y los contras. El padre de Ben, cuando se entera de que es abuelo, le pregunta si ha sido por gestación subrogada, y pregunta a su hijo si «lo haces en un frasco o te dejan ponerle las pilas a una»; pero cuando se entera de que su hijo ha adoptado le llama de todo. No lo concibe, igual que antes tampoco lo asimilaba su materialista esposa.
«No llevo trajes usados y no llevo niños usados» dice Flo, mujer sofisticadamente hortera a la que le gusta estar de punta en blanco, pero a la que también le pirra estar en todos los saraos. Y claro, si no eres madre no te pueden invitar a cumpleaños en el barrio, pues «sin niños no se puede ir a una fiesta de padres. Se entra en ese círculo y es lo fundamental», según los valores del personaje, que aspira a ser madre para llegar a «ser presidenta de la asociación de padres». Vaya, que quiere ser madre por el postureo de decir que es madre.
Sin embargo, cuando les ofrecen adoptar a Junior, que ya tenía siete años, ella tiene sus dudas, pues «quiero que la gente crea que el niño es mío». Que piensen que has adoptado a un niño mayorcito que necesita cariño no es cool, lo importante es que crean que te dolió parirlo. Pero al final su marido la convence con el símil de que adoptar «es como ir de compras».
Y es que alrededor de la maternidad en ‘Este chico es un demonio’ hay mucho postureo, mucho aparentar, y mucho consumismo por el hecho de ser padres. Él, Ben, quiere ser papá por encima de todo, pero ella no quiere adoptar, por lo que tiene que decirle a su mujer que cuando sea madre podrá comprarse trajes con bolsos a juego para ir a los cumpleaños de los vecinos y que serán personas de éxito a las que invitarán a cenar porque son cool, porque son padres. Así, para Flo es más importante ir a comprarse un nuevo vestido que acompañar a su hijo y su marido en una acampada.
Claro que ya sabemos lo que pasa. Que Junior es un niño revoltoso, que tiene como modelo en la vida a un asesino porque le escuchó decir en televisión que se sentía solo e incomprendido tal como le sucedía a él, y por ello es capaz de arrojar el gato a la cara de su nuevo abuelo o pegarle en los cataplines con un bate de béisbol a un crío que le llamó subnormal. Y para eso, por más que leas libros de cómo ser un buen padre como hace Ben, no hay manuales que valgan. «¿Soy mala madre porque odio a mi hijo?» se preguntará Flo cuando van al orfanato a devolverlo, como si fuese un mueble de Ikea que tienes un año con el ticket.
Al final, sabemos cómo acaba la historia. Ben resultará el único bueno de la historia, el único capaz de darle cariño a Junior, y el niño lo nota, pues Flo es una madre de postureo que no quiere hijos sino amigas, y que en la vida actual tendría descendencia solo para fotografiarla en redes sociales. Y juntos, Ben y Junior, conseguirán formar una familia monoparental feliz que vivirá su mejor película en la secuela, ‘Este chico es un demonio 2’. En la que igual muchos no lo saben, pero el personaje de la madre de la niña Trixie, la enfermera Any, está interpretada por Amy Yasbec, la madre Flo de la uno, que allí tomaba un papel dulce y encantador.