Por Rusty
Dirán las malas lenguas que el cine español no sé qué, que el cine español no sé cuánto… Pero hay veces que gusta, y no sólo gusta aquí, no. En más de una ocasión, nuestras películas han traspasado fronteras, océanos y cordilleras, llegando al deseado Hollywood. Abre los Ojos, de Alejandro Amenábar, cruzó el charco para hacerse una operación de reasignación de título, resultando de ello la insípida Vanilla Sky, con Cameron Diaz en el papel de Najwa Nimri (Diría «en el papel de Nuria», pero no, Najwa hace de Najwa allá donde va, y punto). El éxito de Balagueró y Plaza, [REC], hizo lo propio, convirtiéndose así en Quarantine, con más sangre y con más zombies, pero sin la sobrina de la señora de las pérdidas de orina.
¡Qué bonito el mundo del remake! Pero no puede hacerse en plan sucio. Si usted, querido lector, es un productor de Hollywood (me gusta apuntar alto, no puedo evitarlo) y ha disfrutado con alguna película procedente de nuestra querida España (esta España mía, esta España nuestra), sepa que estas cosas pueden negociarse: Pagando la correspondiente tasa a los autores (y por si acaso a la SGAE, no vayamos a liarla), obtendrá los derechos de explotación del guión, y podrá hacer una bonita adaptación, sin tener que contratar nuevos guionistas que se coman el coco para que parezca diferente. Y se preguntarán: ¿es necesario decir esto? Rotundamente sí, porque allá por el año 1992, no existían las Fichas Prácticas de Sufridores en Casa, y por tanto, hubo alguien que no conocía el procedimiento. De ahí nació Sister Act, o lo que es lo mismo, la versión Hollywoodiense de Entre Tinieblas, de nuestro ¡¡PEDROOOOOOOOO!! Almodóvar.
Que digan lo que quieran, pero para los Sufridores en Casa, la «inspiración» es evidente. No vamos a hablar del parecido físico entre Cristina Sánchez Pascual y Whoopi Goldberg porque, aunque seguramente tengan algo en común, sería pelín demagogo, como digno de Alfredo Urdaci, o algo así.
La trama común
Una cabaretera llega a un convento para refugiarse tras una muerte, y descubre que las hermanas son un auténtico espectáculo. La madre superiora resulta ser una mujer autoritaria y severa, que termina por ablandarse frente a la protagonista. El clímax de la historia llega con un número musical final tras el que nada vuelve a ser lo mismo.
Las principales diferencias entre ambas cintas tienen más que ver con el peso de la protagonista de cada una. La versión yankee nos cuenta la historia de Deloris VanCartier (Whoopi Goldberg) con todo lujo de detalles, pero la versión española nos presenta a Yolanda Bell (Cristina Sánchez Leche Pascual con Chocolate), cuyo protagonismo va disminuyendo en favor de las hermanas del convento (Nada que ver con aquella serie que TeleCirco emitió en 1998, aunque apareciese también en ella la gran Chus Lampreave).
Las monjas de Madrid
Sor Perdida, Sor Víbora, Sor Rata de Callejón, Sor Estiércol y la Madre Superiora son Las Redentoras Humilladas. Se dedican a salvar chicas de la mala vida, pero tienen un problema: están en crisis (porque son así de actuales ellas), muy pocas chicas quieren salvarse y por eso Yolanda es muy bien recibida en el convento. Como esto no es Hollywood, nuestras monjas patrias tienen unas peculiares características que las hacen tomar el protagonismo de la película: Una adicta a la heroína, otra adicta al LSD, una que escribe novelas de tintes eróticos bajo un seudónimo, otra que no lleva bien el tema del voto de castidad, y una que cría a un tigre en el jardín. Así de duro.
Las monjas de Nevada
Como personajes americanos que son, les tocaba ser mucho menos chungas. Políticamente correctas, pero no por ello menos interesantes. La Madre Superiora, que años más tarde impartiría clases de Transformaciones al repelente Harry Potter, es toda una mujer de hierro, nada convencida con la idea de que Deloris VanCartier se refugie en su convento como parte de un programa de protección de testigos de lo más peculiar. La Hermana Mary Patrick, pizpireta y dicharachera, y la Hermana Mary Roberts, tímida y recatada, serán los grandes apoyos de la cabaretera, quien las enseñará a cantar casi tan bien como hizo Nina en aquel OT primigenio.
Dado el éxito de la cinta, allá por las californias decidieron hacer una segunda parte. Y como nos cuesta despedirnos sin lanzar una propuesta, ¿qué tal una secuela de Entre Tinieblas? ¿Un crossover entre ambas películas? ¿Un spin-off de alguno de los personajes? Sea como fuere, debería comenzar con un viaje de Sor Víbora, Sor Perdida y Sor Rata de Callejón a Las Vegas, y una vez ahí, el resto del guión vendría sólo.
¡Sabía que tanto parecido no podía ser casual!