En estos días uno ya se está recorriendo las tiendas de juguete y los centros comerciales para buscar qué regalar a los sobrinos por Navidad, especialmente para comparar precios y eso, que la cosa está muy mala. Y entre juego de mesa y muñecas que se cagan encima me he encontrado algún que otro juguete para llevarse las manos a la cabeza, sobre todo en lo que a juguetes de imitar a los adultos se refiere.
Lo primero que me hizo una amarga gracia fue un set de limpieza en un pasillo eminentemente femenino que irónicamente se vendía con nombre de princesa. Que así, a bote pronto, la única que pasaba el mocho y que en un futuro acabó casándose con príncipe y convirtiéndose por tanto en princesa consorte que se me ocurre es Blancanieves. Pero este set no te viene con pajarillos para que te canten mientras dejas todo limpísimo limpísimo limpísimo.
Claro que las cocinitas, las fregonas y los carritos de bebé se han regalado toda la vida, pero de ahí a decir que vas a ser la princesa de tu casa por dejar los suelos como una patena, no sé, como que no.
Si nos vamos a la cocina, me ha parecido muy aberrante cómo la cafetera o el juego de té de toda la vida ha evolucionado en una Nesspreso de plástico, un plástico buenísimo, para que los niños y las niñas puedan tomar esa bebida que te pone de los nervios como lo cargues un poco más de la cuenta. Eso sí, al menos, aquí sale un niño varón también en la caja, porque aunque todo el pasillo fuese rosa ellos también tienen derecho a bebidas excitantes de juguete ¡como las de verdad!
Desde hace algún tiempo, cuando he ido a algún cumpleaños infantil en los parques de bola he visto que hay una sección muy rosa y muy cuqui para que las niñas hagan sus fiestas tipo princesas. Hace poco, de hecho, olisqueé detrás de una cortina y vi que hasta hay camillas para que a las niñas les den masajes antes o después de soplar las velas, que me pareció una cosa muy terminator. La cuestión es que ahora ya puedes tener tu propio centro de belleza en casa con juguetes como este.
O este otro, llamado «Mis Pies Bonitos», que vale casi cuarenta euros y que impedirá que otras niñas te digan que qué pies más feos tienes. Yo conozco una mujer que tenía los pies muy feos, y un día una amiga se los vio y le dijo «ostras, prométeme que cuando te vayas a acostar con un tío te dejarás puestos los calcetines». Si en su carta a Papá Noel de su yo pasado hubiese pedido este Foot Spa infantil quizá podría hacer el amor descalza. Quién sabe.
Total, que tanto se le mete a las niñas que tienen que ser princesas, estar monas y hasta ser buenas amas de casa que luego no es de extrañar que entre sus peticiones haya algo descabellado, no sé, un traje de novia infantil cual niña india a la que obligan a casarse con seis años.
Porque puestos a regalar disfraces hay cosas mucho más bonitas. Como algo a medio camino entre Código Lyoko y Locomia. Dónde va a parar.
Bonus Track. No puedo acabar el post sin admitir que he alucinado con la Nancy diseñada por Vicky Martín Berrocal.
Yo he alucinado en general con el nivel de juguetes que tenemos, se me caen los palos del sombrajo!