Si por 25 pesetas Mayra Gómez Kemp nos preguntase géneros musicales que abogan por la fusión, podríamos dar como respuestas acertadas la technorrumba de Camela, el Flamenco-chill de Chambao, el reguetón cristiano de Sara La Profeta y también el estilo popero. Pero con popero no me refiero a música como la que hacen Ellos ni otros grupos similares, sino, tal como lo define la Wikipedia, la mezcla entra música pop y la ópera (¿lo pilláis ahora?).
Dentro de este género popero la artista más famosa es la coreana Kimera, una señora que se hizo muy popular en los años ochenta y que era conocida por su miedo a salir sin maquillar al escenario. Con una voz prodigiosa, reinventó la ópera mezclándola con bases electrónicas, y a ella le chupaba un pie si aquello podía hacer que Mozart u otros autores se revolviesen en su tumba.
Su primer disco, el más exitoso, fue ‘The Lost Opera’, el cual confieso tener en vinilo y que en una ocasión puse mientras veía ‘Nunca juegues con extraños’, intentando que el disco y la película tuviesen cierta sincronía como el ‘Dark side of the moon’ con ‘El mago de Oz’. Para mi sorpresa, en ningún momento tuvo sentido tal experimento, y la música y la imagen no casaba ni p’atrás. Algo enigmático y sin explicación, Carmen.
Kimera fue famosa no solo por su talento escénico y sus ropas a medio camino entre una hija de Rappel con un Power Ranger y lo que viene siendo un travesti intergaláctico, sino también su hija Melodie -no relacionada con la niña prodigio ni con el licor de crema catalana-. Y es que cuando contaba con seis años, la pequeña Me, fruto del matrimonio de Kimera con el magnate Raymond Nakachián, fue secuestrada por unos malhechores. Toda España y parte del extranjero tuvo el alma en vinilo con este rapto, que por suerte no acabó en tragedia.
La verdad es que a esta mujer se le había perdido un poco la pista, y fue en 2008 cuando sacó su último disco y tras quince años de silencio. Que no tenía el pecho pa’ gorgoritos, en otras palabras. En el año 2009, Fabio McNamara nos hizo pensar en ella con su canción ‘El Gran Caracán’, donde se pregunta «qué será, qué será, de Kimera Caracán«.
Ahora, gracias a La Otra Crónica, hemos sabido que la mujer que guardaba un gran parecido con la luchadora de Pressing Catch Sherri Martel tiene mucho en común con Loles León y también con Aramís Fuster en el peor de los sentidos. Y es que a Kimera está más tiesa que el palo de un churrero, pues debe un par de millones y medio de euros de esos a un banco belga, y ha tenido que abandonar, por orden judicial, la casa de Estepona en la que vivió con su difunto marido. Un gran «oooh».
En la actualidad, Kimera tiene 62 años y quizá es un buen momento para retomar su vida profesional, pues nada más tiene que ponerse de moda entre los modernos y seguro que acaba en los carteles de los mejores festivales de música haciendo gorgoritos y encima patrocinada por Titanlux para que siga deleitando a todos con esos maquillajes de antaño. De hecho, en el artículo cuentan cómo todo esto es solo un mal momento y que la intención de la asiática es volver a comprar su casa en el futuro, para lo que necesitará muchos bolos.
¿Le creamos un proyecto de micromecenazgo, en el que por 10 euros te mande un tutorial de maquillaje y un agradecimiento web, y por 500 un concierto donde tú elijas?