‘La Hermandad’: Tía Alicia se acojona con los monjes

Hacía mucho tiempo que no recomendábamos por estos lares una película. Y como en estos días toca hablar de terror y tal ¿qué mejor que reivindicar un clásico SEC contemporáneo como es ‘La Hermandad’, protagonizada por Lydia Bosch y estrenada este mismo año?

¡Atención! Este post contiene trazas de spoilers.

‘La Hermandad’, dirigida por Julio Martí, es una película que en un principio recuerda a ‘Misery’ de Stephen King. Sara, una escritora de éxito sufre un trágico accidente de coche, y es recogida no por su fan número uno sino por unos monjes un tanto siniestros, extraños y oscuros que viven como si en la Edad Media se tratase. En lugar de ponerle unas tiritas y mandarla para su casa en ambulancia, los frailes se emperran en que de allí no se puede salir, y que se aguante hasta el sábado que vaya el cartero. Porque ellos son así de minimalistas, allí no tienen ni luz, ni agua ni teléfono, porque así se ahorran un montón de dinero con las facturas, y total, una vez que te acostumbras tampoco es para tanto.

No hace falta decir que lo más chachi es que la protagonista es Lydia Bosch, que da vida a un personaje que recuerda a la tía Alicia de ‘Médico de familia’. Bueno, para mí, cualquier personaje de Lydia Bosch me recuerda a la tía Alicia, pero eso es problema mío.

El personaje de tía Alicia está lleno de matices: es una mujer que ha sufrido mucho porque perdió una hija en el pasado, y eso trastoca a a cualquiera. Y más si encima la encierras en un monasterio de cartón piedra con monjes mayores muy feos. Para demostrar lo mal que lo pasa porque debe  reunir con su agente para hablar de un nuevo libro, tía Alicia susurra y jadea cada vez que habla, como si fuese Nawja Nimri. Y se enfada porque no la dejan salir de la habitación y le registran sus cosas cuando duerme, como si en vez de un convento estuviese en un albergue mugroso. El rodaje debió de ser muy cómodo, porque Lydia Bosch tiene más escenas tumbada en la cama casi que Javier Bardem en ‘Mar Adentro’.

Cabe mencionar que todos los monjes son feos y viejunos, salvo uno, que es el que parece que a tía Alicia le hace tilín, y al que le dice que cómo siendo tan joven puede vivir alli amargado en mitad de la nada. Porque el personaje de tía Alicia es así de impertinente y le suelta frescas a los frailes cada dos por tres, y cuando éstos le reprochan lo desagradecida y lo abono de pony que es, ella se retracta y pide perdón. El personaje de este monje joven lo interpreta Borja Elgea, que con barbita y así está muy guapete. ¿Os acordáis de Borja Elgea? Era el que sustituyó a Daniel Guzmán en ‘Menudo es mi padre’ como hijo del Fary, y antes que eso había protagonizado un spot que vimos hasta en la sopa, aquel de telefónica de «Paco, Paquito, qué pasa, chavalote».

Al poco de estar allí aburrida en la cama, sin Candy Crash al que jugar, tía Alicia empieza a oír niños llorar, y pregunta que qué sucede por allí. Y los monjes, más chulos que un ocho, le dicen que qué llantos ni qué niños muertos. Bueno, esto último no, claro, porque es parte del misterio que encierra aquellas religiosas paredes. Ríete tú de lo mala que era Sor María con los bebés que vendía, ríete, que estos monjes son peores. ¿O quizá no?

Un día, la tía Alicia, que es más lista que el hambre, roba una llave y se da una vuelta por el monasterio. Los decorados interiores de dicho recinto se construyeron para la película y que tiene pinta de ser un pasaje del terror de los caros, con sus paredes del mejor cartón piedra y mucha telaraña. Porque claro, allí no hay monjas para limpiar, y no se van a poner unos hombres a darle al mocho. Y es entonces cuando tía Alicia empieza a ver fantasmas, aunque allí todos lo nieguen. Por cierto, que los exteriores son de un convento real, y canta mogollón que no tiene nada que ver lo de dentro, que como digo parece del Tívoli, con lo de fuera, que recuerda a un anuncio de turrones con monjitas y eso.

Y entonces, tía Alicia se pone a investigar en la biblioteca, donde hay pergaminos y libros para darle absolutamente toda la información que necesita para descubrir verdad sobre ese convento. Una información la cual no vamos a contar para dejar algo de intriga al asunto, claro.

La película dio sus primeras señales de vida allá en 2012, cuando por aquí la mencionamos por primera vez en el mes de marzo. La película se quedó en un cajón, y luego se dijo que se estrenaría en octubre de 2013, y al final se estrenó en marzo de 2014. El motivo, posiblemente, que el resultado es flojito, y mira que me parecía lo más una mezcla de Lydia Bosch y cine de terror.  La trama recuerda a otras pelis de terror con niños que ya nos sabemos de memoria, como ‘El orfanato’, y la verdad es que tiene muy poquita acción: todo el rato lo mismo. Ella tumbada en la cama, oye llorar, se escapa, ve un fantasma, vuelve a la cama, se vuelve a escapar, oye llantos, y así hasta que se aclara el misterio de por qué los zagales del más allá están rabiando.

Además, los efectos especiales son muy domésticos. Nada más empezar la película el director ofrece unos planos donde vemos al personaje de tía Alicia reflejado en espejos o en su pantalla del móvil, y que son una patata en la que se ve que la cara de Lydia está ahí pegada con Movie Maker.

Pese a todo ello, invito a todos los lectores a visionar legalmente (pagando) esta película, y así contribuir a que se recupere la inversión que se hizo (y que en gran parte fue destinada a comprar velas, porque allí nada más que hay velas por doquier) y vuelvan a contratar a Lydia Bosch para hacer una película. Porque han pasado 14 años desde su última aparición en la gran pantalla, y oye, después del resultado de ‘La Hermandad’, Lydia Bosch puede pasar otros 14 años en barbecho hasta que la volvamos a ver si no colaboramos entre todos.