Quizá muchos no lo saben, pero el 26 de febrero es el Día Nacional de Cuentos de Hadas, una jornada en la que todos podemos aspirar a ser felices y comer perdices.
Hay que destacar que muchísimos cuentos de hadas son de un corte machista que lo flipas, con arquetipos que se repiten, como la princesa que necesita que le devuelvan la vida con un beso de amor (Blancanieves, La Bella Durmiente), la que solo sirve para limpiar (Cenicienta, La ratita presumida) o la que desobedece las órdenes y lo pasa mal (Caperucita, Ricitos de Oro).
En mi más tierna infancia leí muchísimos cuentos de hadas. Me encantaba un tomo de cuentos de los hermanos Grimm con ilustraciones de María Pascual en el que Hansel y Grethel se llamaban Anita y Juan, por ejemplo. También me gustaba otro de Grimm, sin dubujos y editado por el Círculo de Lectores, en el que la reina de Blancanieves moría porque le obligaban a bailar en el convite con unas zapatillas llenas de carbones encendidos, y en el que la madrastra de Cenicienta obligaba a sus hijas a cortarse un dedo del piel y un cacho de talón con tal de que les cupiese el zapato del príncipe.
Hace unas semanas, visitando uno de mis mercadillos de confianza, encontré un libro que también tuve hace muchísimos años, llamado ‘Cuentos Escogidos volumen IV’, editado por Susaeta a finales de los años 70. Este libro.
En él había cuentos de autores como Grimm o Andersen, se recogían relatos del folclore de distintos países, y otros venían sin citar de quién era obra, como ‘La sacristana apaleada’. Recordaba perfectamente la historia, y quise volver a leerla. Para quien no conozca el cuento, lo resumo por aquí.
Un sacristán muy bueno, al que se conocía como Agnusdei, un día va a salir de casa y su mujer, llamada Paloma, le dice que se espere, que tiene un pelo en la ropa. Él le dice que ese pelo debe ser de ella, porque es un cabello de mujer, y ella le dice que no, que es de hombre.
Entre ellos surge una discusión, y Agnusdei le da una paliza a Paloma, que corre a refugiarse en casa de su padrina, la mujer del alguacil.

La mujer del alguacil la defiende, y el alguacil le da la razón a Agnusdei, y también le mete una paliza a su mujer. Ambas mujeres van a casa del escribano, cuya esposa les da las razón, y él le pega también a su parienta. Lo mismo ocurrió en la casa de la gobernadora, la maestra, la boticaria, la modista y la zapatera.
La paliza de todos los hombres del pueblo a sus esposas pasó pronto a la historia y nadie habló del tema, hasta que llegó el aniversario de la desgracia. En el desayuno Paloma recordó la efeméride y él, riendo, se lamenta por cómo la trató por un simple pelo de mujer. Ella le corrigió y le dijo la que se lió por un pelo de hombre.
Así, Agnusdei volvió a pegarle una paliza a su mujer, que se refugió en casa de su madrina… Y se repetió la sucesión de palizas de los hombres a sus mujeres, por ver quién tiene razón, si ellos o ellas sobre el propietario del cabello de la ropa.

El pueblo se ganó la fama de que sus habitantes enloquecían una vez al año; para evitar que todo se repitiese mandaron un destacamento de caballería para que disuadiese a los maridos, pero las esposas no consintieron que nadie les pusiese la mano encima a sus hombres y atacaron a los soldados.
La historia de la paliza se repetía de año en año, hasta que un sabio dio con la solución al problema: el día del aniversario, las mujeres debían llenarse la boca de agua de una fuente cercana, a la que atribuyó la virtud de evitar las riñas conyugales mientras la tuvieran en la boca. De esa manera, como no podían hablar, no hubo ni un año más disputas ni palizas.

El cuento es terrible en fondo y forma; me ha fascinado ver cómo el pequeño Mike Medianoche de ocho o diez años leía cosas como “los maridos, que eran partidarios del sacristán, pusieron las costillas de sus esposas llenas de cardenales”, por ejemplo.

Y sin olvidar la moraleja de la historia: la mujer debe tener la boca cerrada para tener la fiesta en paz, o de lo contrario habrá violencia en casa.
He rastrado un poco el cuento a través de Google, y lo cierto es que no hay mucho más rastro sobre ‘La sacristana apaleada’, más allá de que se editó de forma individual, así que cualquier aportación al respecto -como por ejemplo, cuál fue su autor o a qué folclore pertenece- me resultará muy interesante.
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Gracias por este artículo maravilloso!!
Y recogido tu llamamiento al origen del cuento, me he puesto a investigar… Y hallado!
Según el número 931 del Semanario de Palamós, del año 1888, este cuento lo escribió Juan Eugenio Hartzenbusch, y que tituló «Palos de Moguer». Parece que era una columna irónica sobre el origen del nombre de ese pueblo.
En el cuento original, hay una introducción en la que se explica que Palos de Moguer debe su nombre a una historia…. Y empieza a narrar el cuento.
Aquí tienes ese semanario con el texto del cuento al completo:
http://www.serveiarxiumunicipalpalamos.cat › …PDF
iIuíiíratÍ0» f – Servei d’Arxiu Municipal de PalamósÑ
¡Qué barbaridad! El machismo ha sido inculcado desde la educación y es bueno que se den pasos para eliminarlo de nuestras vidas. Gracias por el artículo.
Todos los libros deberían ser verificados, para evitar cualquier contenido de este tipo.
¡Son preciosas!