Hoy queremos acercarte, querida lectora, la vida y obra, especialmente la literaria, de Teresa Gimpera. La Gimpera es sin duda una de las actrices más guapas que ha habido en España, y a la que hemos disfrutado en títulos míticos del cine español como La guerra de papá, de Antonio Mercero, haciendo de la madre del niño que dice eso de ‘mierda, cagao, culo’. En la estantería de cine de mi dormitorio también hay otros títulos de ella como El Conde Drácula, de Jesús Franco, o el VHS de la adaptación cinematográfica de los Diez Negritos de Agatha Christie. Con los años, Teresa dejó a un lado la interpretación y fundó una agencia de modelos en su Barcelona natal, siendo de las más importantes de todo el país. Si a alguien le da por descubrir más de su vida y obra, que busque en Google, que yo a lo que he venido hoy es a hablar de su libro.
En 1997, Ediciones B saca al mercado el libro Claves para saber estar, en el que la diva nos aportaba sus consejos sobre temas variopintos: desde cómo debemos comernos una alcachofa en una cena de gala –cosa no tan fácil, ya que al parecer hay que hacerlo arrancando con la mano hoja a hoja– hasta sobre cómo organizar una boda.
Teresa es muy humana en sus textos, y nos da sugerencias de cómo actuar en la vida cotidiana con elegancia y distinción, por ejemplo, para quitarnos de encima al típico pelma que nos llama por teléfono (hablamos de telefonía fija en el momento de la publicación del libro). Así, la que actuase junto a Rocío Dúrcal en La Novicia Rebelde nos ofrece excusas como “Perdona, pero me vienen a cobrar un recibo”, “¡Uy! Ahora que me acuerdo me he dejado el sofrito en la sartén!” o la más directa: “Perdona, estoy esperando una llamada muy urgente y me gustaría dejar la línea libre. Ya te llamaré”. Por otro lado, Teresa nos indica que cuando llamemos a alguien “nos interesaremos por el bienestar de la persona, antes de empezar a contar nuestras ‘desgracias’” a lo Diario de Sandra Daviú.
Gimpera dedica un apartado al tema laboral, indicando sobre cómo afrontar una entrevista y el mejor modo de desenvolvernos en un nuevo entorno de trabajo los primeros días. Por ello, Tere nos regala una máxima: “No criticar, y aún menos, entre compañeros. Si hay que hacer alguna observación es mucho mejor hacerla abiertamente que a través de absurdos cotilleos”. También nos indica que no hay que “ir al trabajo extremadamente emperifollado o demasiado abandonado. Es aconsejable pecar de sencillez y sobre todo de pulcritud”. Es decir, que ni se te ocurra ir a trabajar con look de Inma de Gran Hermano, cubierta de oro como si fueses un caballero del zodiaco, aunque tampoco con una imagen descuidada a lo Terele Pávez en la puerta del banco.
Aunque mi apartado preferido es en lo que se refiere a los regalos. Empezaremos hablando de los regalos en pareja. En el tema del cortejo, la pulcra de Teresa afirma que “mandar flores y bombones es correctísimo y siempre serán aceptados”. En las bodas, la autora del libro ve muy mal la creación de una cuenta para ingresar dinero, porque es “llegar demasiado lejos”, aunque ve bien las listas de boda, que se inventaron porque “los regalos se multiplicaban llegando a recibir cuatro floreros, seis bandejas, tres juegos de té, ocho portarretratos, etcétera”. Me imagino la casa de ella tras la boda, con todo aquellos utensilios repetidos como si fuese un bazar oriental. Tere nos cuenta que si no podemos obsequiar con un regalo completo tipo una vajilla o una cubertería, podemos “regalar una parte, los cuchillos de la carne o los platos de postre; creo de verdad que es una buena aportación de la modernidad”.
Fascinante es también cuando aconseja regalar según la personalidad, ya que Teresa es como el Un Dos Tres y lo mismo te regala un viaje que un macetero: “las personas soñadoras e idealistas apreciarán mucho un regalo que hayamos hecho nosotros mismos”; para los amantes del hogar recomienda “termos para mantener el café caliente o el agua fría, el último modelo de olla exprés o un macetero autoregable”. Si la persona es romántica “un calendario, una foto antigua enmarcada o un objeto preciado que ellos sepan que nos pertenece” y si es aventurera “podemos organizarle un viaje y regalárselo”. Desde aquí mandamos un consejo a los amigos de Teresa: remarcadle constantemente que sois personas aventureras, nada domésticas ni soñadoras, porque personalmente prefiero un viaje a un termo o un calendario.
Si llega la Navidad, hay que acertar en los regalos para toda la familia, y por lo visto Teresa también hace regalos de lo más variopinto. Para la abuela sugiere que le regalemos “una ampliación de una foto de los nietos”; a “la tía que se queja de que tiene frío en la espalda”, una manta; si la cuñada “le hace falta una tostadora”, que se la regalemos; y a la suegra, “un vale para ir tres meses a la peluquería”. Para los hermanos propone otros bienes como libros de misterio o de viajes así como zapatos, y para nuestro marido, nada mejor que “un atril con luz para leer en la butaca”, y añado yo que si a eso le sumas una batamanta ya lo haces un rey. Sin embargo, mientras el hombre se conforma con un atril iluminado, para la mujer sugiere “un perfume, un collar o un abrigo”. Por último, cierra con los regalos de empresa, y propone que en lugar de regalar por Navidad a un empleado un objeto con el nombre del negocio,hagamos una aportación económica a su nombre en una cuenta benéfica. Un regalo muy bonito y solidario, si bien personalmente prefiero una cesta navideña con una buena botella de ginebra.
Y ahora os pedimos consejo a vosotras, amigas lectoras: ¿cuáles son vuestros consejos para saber estar?
¡Que ataque más gratuito al buen gusto!
Me suena muchisimo su nombre, pero no me acuerdo para nada de esta mujer. Que curiosos consejos, algunos son verdades de Perogrullo, y lo de los regalos, me parece genial, de hecho se lo haré llegar a mis amigos, para que tengan en cuenta mis «emociones» a la hora de regalarme las pequeñas joyas que me regalan…
Y luego una piensa que sabe algo de literatura…
Fue musa de Pedro Lazaga en Las Ibéricas Fútbolclub o Las Secretarias, pero también de Víctor Erice en El espíritu de la colmena.
Fue de las primeras (y de las últimas) en salir a decir con todo su coño: mi hijo ha muerto de sida.
Yo la recuerdo, guapísima (tanto que pensaba que no era española) en un filme de la epoca del destape en que un hippy entraba en casa, metía a su marido en una despensa, y pasaba el fin de semana cepillándosela. Primero a ella como que no, pero luego disfrutaba cosa mala, porque se ve que el marido no cumplía. Al final el marido se escapa, avisa a la guardia civil y al hippy se lo cargan de dos tiros. Yo no tendría más de 16 años cuando se emitió en la tele.