Hola SEC,
La verdad es que llevo leyendo los casos que publicáis, y me gusta el tono de humor que le ponéis siempre a las respuestas, así que me animo a mandar mi caso.
Una de las chicas de mi cuadrilla está en el paro y ha decidido aprovechar parte de su tiempo apuntándose a cursillos, formación y tal… Una de sus últimas ideas fue apuntarse a cursos de cocina. Esto nos extrañó mucho a todas, porque ella lo que se dice en la cocina tiene menos gracia que Chelo García Cortés contando un chiste. Siempre ha vivido con sus padres y colaborar en casa, poco. Eso es lo que siempre nos dice su madre cuando vamos a verla.
Que se apunte a hacer recetas nos parece bien, y que le haya dado por la moda esa de hacer magdalenas con formas, bizcochos y tal… al más puro estilo Divinity. El problema viene cuando nos invita a merendar. Últimamente en lugar de ir a la cafetería de siempre (no, aquí no tenemos Starbucks) ella se empeña en que vayamos a su casa y así probamos lo que prepara. Y mira, hablando mal y pronto: ¡está asqueroso! Desde los bizcochos que se le queman y les pone crema por encima para disimular, a exceso de limón en unos muffins, vamos, magdalenas de toda la vida… Hace unas semanas leí el caso de la compañera de trabajo a la que nadie se atrevía a decirle que vestía fatal. A nosotras nos pasa lo mismo. Con el esmero e ilusión que le pone, tenemos que poner buena cara o decirle que ya estamos llenas, pero nadie quiere decirle que igual la cocina no es lo suyo.
¿Vosotros qué haríais?
Gracias y que el señor os lo pague con una buena victoria en Eurovisión. Seguid así, soy muy sufridora en casa.
——
Querida L.
A este paso nos vemos instalando polígrafos en todos lados, para fomentar el uso de la verdad, madre mía. En este caso hay cierta diferencia respecto al caso anterior que nos mencionas. Que la chica vistiera bien o mal, al final a los demás no les afecta (quizá un poco a la vista, pero ya). Sin embargo, lo vuestro es «friendship never ends» que dirían las Spice Girls. Con tal de no dañas su corazoncito no le decis nada.
No se trata de que os pongáis en plan Chicote y destrocéis sus ilusiones ante los fogones, pero sí que la hagáis bajar de los altares, porque da la sensación de que vuestra amiga se siente como parte de MasterChef y en cada merienda siente que está invitando a Samantha Vallejo Nájera aka «la excuñada de Paulina Rubio» a café.
Dejad de ser Merche en «Tú si que vales» y no le digáis siempre lo bueno que está todo. Ponedle sugerencias, pero en plan positivo, de buen rollo: «Igual un poquito más de azúcar…», «Ya la próxima cuando afines el tiempo, te sales», o cosas así en plan primeras galas de Operación Triunfo donde, aunque desafines, le dices al concursante que tiene mucho potencial para evolucionar bla bla bla…
También podéis hacerle regalos como el libro de cocina de Mónica Naranjo o el de Loles León, e incluso alguno más clásico, como el de Florinda Chico. Para que capte de manera divertida que aún hay mucho que mejorar.
De todos modos, creo que es el momento que desde Sufridores reivindiquemos el daño que ha hecho Divinity. Mira que somos fans de Cazamariposas (hola Copy Paula!) y de los tropecientos realities de novias o casas, pero el canal tiene la culpa de haber fomentado esa fiebre marujil de hacer magdalenas y cosas «cuquis».
La verdad, clara y llanamente, esto no hay quien se lo coma, escupes el trozo de muffin qquemado y te sacas un bollicao del bolso.