…era el nombre de uno de los especiales de fin de año de Martes y 13. Como decía la canción, corren malos tiempos para la lírica… y también para los concursos de la televisión. Vivimos una época dorada entre finales de los 80 y principios de los 90 donde todas las cadenas tiraban la casa por la ventana para ofrecer los premios más caros, más dinero, más lujo.. A mi me da mucha nostalgía, porque en el fondo los concursos hicieron una labor más educativa que Consuelo Alcalá en una reunión del COGAM. Hoy en SEC queremos repasar algunas de las cosas que aprendimos gracias a la tele de entonces.
Queridos amigos nacidos después de 1991, en la tele de España para poder participar en los concursos era necesario enviar una carta o tarjeta postal a la que colocarle un sello y enviarla al apartado de correos 28080 de Madrid o al 08080 de Sant Cugat del Vallés en Barcelona. Entiendo que en aquellos años, el servicio de correos se vería desbordado con tanta promoción y concurso. Yo de pequeño siempre me imaginaba una oficina de correos llena de azafatas y secretarias rodeadas de sacas de cartas, lanzándolas al aire, en plan lluvia a lo «American Beauty» mientras un señor de traje muy serio, el notario, esperaba que les entregaran las premiadas para llevarlas a la tele.
El señor notario era otro elemento clave en los concursos para garantizar la legalidad de los mismos. En «El Juego del Euromillón» decidieron darle peso propio y aparecía en pantalla junto a Paula Vázquez. Pero lo habitual fue acostumbrarnos y aprender lo que era «un sobre lacrado», con esa mancha roja bien cerrada en la que se incluía la carta o el nombre de cualquier ganador. Era una gracieta habitual que el presentador/a de turno se echara unas risas con el «jo, cada vez me ponen más dificil lo de abrir el sobre, eh». En ese sentido, nuestra madrina Miriam Diaz Aroca puso de moda abrir los sobre por un lateral y hacer «churritos» por ejemplo cuando sacaba la carta que jugaba al juego de «Vidal Sasoon» y destrozar el negocio de los abridores de cartas.
Vidal Sasoon, Ariel, Avecrem, Okey, Pascual, Koipe… tantas y tantaaaas marcas de supermercado que llenaron nuestros televisores en los 80 y 90. Porque antes del boom de las marcas blancas (un beso Hacendado!), todos nos preocupábamos en recortar el código de barras o prueba de compra que nos pudiera hacer millonario. Que nos llamara Beatriz Rico del Precio Justo, o jugar con Jesús Puente durante Su Media Naranja al juego de «El Pozo»…o ¿Martes y 13?
Enviar la postal con el código de barras tenía su mérito, había que sacarse un master para arrancar la etiqueta sin que se te rompiera (incluyendo el momento meter el bote al baño Maria Carey) o tenías que esperar a que se acabara el detergente para que tu madre te dejara recortar la prueba de compra que venía en la tapa, por si se derramaba. Luego había que pegarlo bien en la carta, eran todo manualidades que ríete tú de Bricomanía.
Los concursos de la tele también nos descubrieron que, detrás de todo presentador, hay una gran azafata, que en ocasiones, hasta tenía diálogo, y las sacaban de su ostracismo de enseñar escaparates, tirarse encima de cochas o sonreir. Si eras extranjera o tenías un nombre exótico tenías más posibilidades de ser recordada. Así teníamos a Janine que debutó con Jordi Hurtado en «Si lo sé no vengo» haciendo de vecinita (no, no enseñaba sus carnes) y azafata, y luego se colocó en «El Tiempo es Oro» haciéndole compañía a Constantino Tomillo Romero entre tanta Espasa Calpe.
Kim Manning se sacó las oposiciones de azafata en el 123, programa del que salieron otras miles de secretarias famosas. Pero si populares fueron las chicas 123, las que acompañaban al gran Joaquín Prat no fueron menos… con sus vestidos negros acompañando en eso de «a jugar». Joaquín las llamaba «señoritas». O esas míticas «oquettes» del juego de la Oca. Que levante su dado el que en plena noche de borrachera no haya imitado a alguna de las chicas del Juego de la Oca para hacer el «oca a oca» o el «beso o tortazo»
Un tortazo es el que te llevabas si no estabas en casa y te llamaba Raffaella Carrá para que le dijeras «Hola!«, del programa de Pepe Navarro para preguntarte si tenías pelos en la lengua o Mayra que había elegido tu carta como «Sufridora en Casa». Antes de que llegaran los móviles a nuestras vidas aprendimos a amar el fijo de casa. Sobre todo si había concurso en la tele. Lo dejábamos bien colgado y no llamábamos a nadie por si nuestra casa era la afortunada, en ocasiones por sorpresa o porque en la postal habíamos indicado bien nuestro prefijo telefónico incluido.
En el fondo los concursos eran como la lotería hecha espectáculo: fanfarrias, gritos, concursantes dando saltos, públicos coreando… Aprendimos que más allá del Gordo de Navidad podíamos ambicionar a un Libretón BBV, al Euromillón, el Azulejo de Porcelanoide Porcelanosa, el Escaparate valorado en más de 10 millones de pesetas, un coche por resolver el panel final… Sí, en una televisión llena de canales donde solo nos piden SMS a cambio de euros, ¿no echáis de menos promos como ésta?
Ooohhhh, un gran artículo, me ha gustado mucho y un buen repaso a la historia concursil de este país tomboloreo.
a mi me encantaba uno de Orlando que operaba de selección natural.
Había un sombrero mejicano rodeado de bolitas rojas (precursores al pasapalabra, ya ves tu) que se supone que eran tomates que se iban iluminando mientas el concursante (telefónicamente) aguantaba en hacer las Oes final del nombre de la marca..
vamos, ver a la gente gritando orlandoooooooo por teléfono como si fuera un gol del mundial no tenía precio.
si aguantabas todo el rosco es cuando te llevabas el premio gordo…o morías asfixiado!!
😉
que gay era el logo de 1 2 3 XD lo mejor del video, además de las letras cutres subiendo por la pantalla y tapandola, es cuando dice lo de «incluir vuestro número de teléfono, si tienen» jajaja impensable ahora que alguien no tenga teléfono
Cuando ponían el precio justo, se quemó la central telefónica de Jerez, y se quedó toda la ciudad sin teléfono, allá por el año 86 sería. Joaquín Prat llamaba a los domicilios y me acuerdo que dijo, tranquilos, que no estoy llamando a Jerez jaja, con lo cual, supongo que entre todas las cartas recibidas, separarían las nuestras … qué trabajo.
Mi padre odiaba a Janine cuando removía las cartas con una mala gana, tiraba cuatro para arriba y se quedaba con la premiada. Siempre decía mi padre que había tongo y no había manero de convencerlo 😀