Este año, a España nos han robado en Eurovisión. No, no nos referimos a la victoria. Conchita Wurst es la vencedora absoluta y con méritos propios, porque es una diva perfecta de manual y a la que adoraremos por los siglos de los siglos, al menos, hasta que se nos pase el subidón y nos pase a importar tanto como Ruslana.
A lo que íbamos: en Eurovisión hay ladrones que intentan boicotear a España robándole diversos objetos para que su puesta en escena se vaya al traste. Y a las pruebas nos remitimos.

Víctima: Ruth Lorenzo (2014).
Objeto sustraido: Secador de pelo.
Consecuencias: La pobre Ruth salió el sábado con el pelo mojado a cantar, y como consecuencia, podía habérsenos resfriado. Di tú que ahora España gana el festival, que por poder, podía haber pasado si Marte y Plutón se alinean a su favor en un plan sideral sin espacio para el error, y ahora se le queda «la voz tomada» que diría mi madre y no puede volver a cantar su Dancing in the rain al final de la gala. Habría sido un drama acuático más grande que Buscando a Nemo.

Víctima: Azúcar Moreno.
Objeto sustraído: El minijack del equipo de sonido.
Consecuencia: La música no entró a tiempo, las Salazar se miraron confundidas y se metieron para dentro con todo su arte extremeño y tuvieron que volver a empezar. Como Daniel Diges con el espontáneo, pero sin espontáneo.

Víctima: Patricia Kraus (1987).
Objeto sustraido: El espejo.
Consecuencias: Patricia Kraus tuvo que maquillarse sin poder reflejar su rostro en una superficie pulida, y de ahí esos churretes de maquillaje que lució mientras interpretaba el hit No estás solo que tanto amamos. Larga vida a Patricia Krauss.

Víctima: Remedios Amaya (1983).
Objeto sustraído: Los zapatos.
Consecuencias: No pisó con garbo el escenario de Eurovisión y provocó una tibia acogida en la que los países le prestaron tanta atención a la hora de votar como Massiel a un camión de Lanjarón.
A nuestra querida Raquel el año pasado también le robaron los zapatos (y la afinación).