En los años 90 Alejandro Sanz y las videoconsolas tuvieron algo en común: llegaron pisando fuerte. Pero hoy vamos a hablar del padrino artístico de Malú y Niña Pastori, sino de una consola en concreto, la Mega Drive de Sega que tuvo un reinado breve pero intenso.
Cuando para Reyes (o para la primera comunión) te pedías una consola debías elegir bien cuál pedir, pues a priori era algo que te iba a pasar una única vez en la vida; al menos, hasta que crecieses y te hicieses mayor y te pudieses comprar la que te diese la gana. Y la oferta era amplia.
Entre las consolas de bolsillo estaba la Game Boy, a la que dedicamos esta entrada hace ya unos años, o la Game Gear, que era en color y a la que le duraban menos las pilas que a María del Monte un paquetito de cien gramos de mortadela. Y había otras consolas menores, por así decirlo, como la Gamate, que solo conocí un niño que la tuviese. Y entre las videoconsolas hechas para enchufarlas a la televisión, surgieron versiones modernas de la Master System, así como la SuperNintendo y la Mega Drive.
Yo conseguí que me regalasen la Mega Drive por la primera comunión, y como la mayoría recordarán te solía venir “de regalo” (como si no te costase realmente tu dinerito, como el pendiente de Lola Flores) el juego Sonic, y además un cartucho que incluía otros tres juegos. Por un lado podías optar por el ‘Mega Games 1’ que traía el ‘World Cup Italia 90′, el de motos ‘Super Hang-On’ y el ‘Colums’; o por otro, el ‘Mega Game 2’, especializado en juego de peleas que traía el ‘Golden Axe’, el ‘Street of Rage’ (un juego de peleas donde los malos siempre eran punks, como en ‘Loca academia de policía’ o ‘Cortocircuito’) y el ‘Revenge of Shinobi’. Yo tuve el primero, y del juego de fútbol me encantaba la tanda de penaltis, y me daba mucho coraje que los nombres de los jugadores, por temas de no pagar licencias, no fuesen los reales. Yo entonces era muy del Barça, y recuerdo que elegía la selección francesa porque uno se llamaba Ferrer, como el entonces jugador culé.
Jugar a la Mega Drive suponía todo un ritual, porque había que enchufarla delante de la televisión en una época en la que no todos los dormitorios tenían televisión, y cuando empezabas una partida debías comer y mear primero, porque sabías que allí te quedaba mucha tela que cortar. Y es que recordemos que no existía la opción “guardar partida” y a lo sumo podías recolectar passwords para seguir si morías o si tenías que irte a dormir, y que conseguías o pasándote las pantallas y apuntando todo (el juego de Mega Drive de ‘Parque Jurásico’ incluía hoja para las contraseñas, por ejemplo) o comprando revistas como la Hobby Consolas o la Superjuegos, que además incluían trucos tipo “rompe esa pared y encontrarás una vida extra”. Quién no usó aquello de “arriba, abajo, izquierda, derecha, a y start a la vez” en el Sonic para desplegar un menú con todas pantallas para que fueses directamente a la que quisieses. Y ese otro que era igual y dándole al botón «C», que permitía convertirte en cualquier objeto de la pantalla, y que es casi una leyenda urbana.
Al igual que ahora, casi por cada película o moda que hubiese salía un videojuego al respecto. Por aquí conservo, por ejemplo, el de ‘El Rey León’, el de la serie ‘Marsupilami’ o el de ‘Parque Jurásico’, donde podías elegir ser un dinosaurio o el protagonista Alan Grant, según ese día te sintieses reptil o humano. Aunque nunca me hizo especial gracia el juego en cuestión. A veces las licencias de los juegos rozaban lo absurdo, como este que descubrí en Viruete en el que el protagonista era el punto de Seven Up. Y de otros me quedé con ganas, como el de ‘Warlock el brujo’, película que me encantaba pero que nunca pude disfrutar en la Mega Drive. Aunque seguro que las partes más guays de la película la eliminaron, y por ejemplo no habrá que matar a un niño no bautizado para poder usar su grasa para volar.
La Mega Drive tenía un inconveniente, y era el alto precio de los juegos, que no se podían piratear ni nada. Los juegos más corrientitos podía rondar las cuatro y cinco mil pesetas, pero los lanzamientos gordos podían llegar a las siete y ocho mil. Pero siempre podías ir al Pryca o similar y buscar alguno más barato que te llevabas solo por la portada, porque ni sabías de su existencia. Así, por ejemplo, llegó a mis manos el ‘Zoom‘, consistente en saltar a unos monstruos y rellenar una cuadrícula pasando por todos los lados. Sencillo pero divertido, y recuerdo que costó 1.500 pelas. También se podían alquilar videojuegos en los videoclubs, pero claro, no te daba tiempo a pasarte demasiadas pantallas. Creo que el único que llegué a alquilar fue el ‘Sonic 2‘, y que no me gustó mucho.
A la Mega Drive empezaron a salirle pronto complementos para hacer la consola más jugable (como joysticks, un multiplicador de mandos o una pinstola como la de la Nintendo) y también para hacerla potente, como un adaptador para ponerle juegos de cds, u otro llamado Sega 32 X para disfrutar de juegos 3D. También salió una Mega Drive 2, más compacta y con los mandos inalámbricos para que no se produjesen accidentes domésticos, como por ejemplo pasar delante de la televisión, tropezarte con los cables y acabar tirando la televisión al suelo y dejarla hecha un circo y lista para ir a la basura, algo que realmente llegó a suceder en mi casa. Y recuerdo que en mi videoclub llegaron a vender un cacharrito que no era de SEGA y que se ponía debajo del juego y presuntamente te permitía tener vidas infinitas. ¿Alguien recuerda esto?
Mega Drive (que por lo que he leído en Wikipedia en otras partes del mundo se llama Sega Génesis) murió allá por el año 97, dejando su hueco en la marca a la fallida Sega Saturn. Pero por entonces llegó la Play Station primigenia, aquella que nos vendían, entre otros, con el eslogan de “riqueza mental”, que dejó a Sonic y compañía en bragas.
Sin embargo, en la actualidad Mega Drive sigue muy viva. Y es que hace dos meses salió a la venta una Mega Drive nueva que trae 80 juegos en su interior (entre otros, los míticos ‘Alex Kid’, los citados ‘Colums’ y ‘Street of rage’, ‘Golden Axe’, el ‘Sonic Spinball’ y que al parecer es muy compacta y muy apañada, y que además permite jugar a los antiguos cartuchos que tengas en casa, si es que no te fuiste al Cash Converters a venderlos, claro. ¿Alguien se la va a pedir a su media naranja por San Valentín?
Y recordad, que en el libro ‘No me toques los 90’ hablo de consolas y muchas más cositas, y que quien no lo tenga se lo puede pillar en el banner de aquí abajo.
A mí la Mega Drive me llegó en un cumpleaños, a los 7 u 8 años. El amor de vida hasta ahora.
:9
La tengo todavía, ofcors, y siempre miró en las tiendas de segunda mano en busca de alguna ganga en forma de cartucho. Uno de mis prefes, Landstalker, yo era muy de RPGs, y para la Mega Drive había bastantes apañaos, aunque tenías que dominar el japo o, como mínimo el inglés.
Ains, qué tiempos.
Megadrive! Era la palabra mágica de mi adolescencia, me tuve que conformar con una Master System que me compré con mis ahorritos pero recuerdo pasar las tardes en casa de un amigo machacando el «Golden Axe» y el «Ghosts ‘n Goblins», creo que me quedé traumatizado y por eso ahora tengo todas las consolas habidas y por haber, XD. Tendré que echar un vistazo a ver si encuentro esta «nueva» encarnación de la consola, de Atgames compré la Genesis de bolsillo (barata y cumpliendo a la perfección) y me quité el mono de «Columns» y «Sonic.
En fin, ya me has puesto tarea para el día, buscar la consola de marras por Texas, te odiaré, pero poquito : )
El cacharro de las vidas infinitas al que te refieres creo que es el Action Replay y parece que aún sigue vivo con versiones para las consolas más modernas (como nosotras)
https://en.m.wikipedia.org/wiki/Action_Replay