Queridas lectoras, sufridoras en casa todas, me van a permitir que, debido a la extraordinaria cifra que esta semana estamos celebrando, rompa la cuarta pared 2.0 para felicitar por todo lo alto la década cumplida por este maravilloso espacio.
Parece mentira pero una década de internet es mucho tiempo, toda una vida prácticamente, lo sé porque por mis manos han pasado varios blogs y otros proyectos cibernéticos que pasaron a mejor vida sin llegar tan si quiera al lustro.
Cuando Mike Medianoche me contactó para que fuera parte de los grandes fastos sufridores, hizo lo peor que alguien me puede hacer: darme carta blanca con el tema que quisiera tratar.
Para mí es algo fatal, ya os digo, tengo tantas cosas de las que me encantaría charlar que se me amontonan en la cabeza y al final se bloquean y superponen las unas a las otras impidiéndose mutuamente la salida, algo así como las enfermedades del Sr. Burns.
Nací a finales de los 80 por lo que los 90 se convirtieron en la década de mi crecimiento. Demasiado joven como para recordar ‘La Bola de Cristal’, que terminaría apenas unos meses después de mi nacimiento, mi iniciación catódica vino de manos del mítico ‘Pinnic’.
Yo no entendía nada de lo que hacían aquellos personajes estrambóticos en pantalla pero deseaba con todas mis fuerzas tener el carnet del club Pinnic. Para ello había que enviar la solicitud a un apartado de correos de Sant Cugat del Vallés, Barcelona, pero yo no tenía ni idea de cómo funcionaba correos y mis padres no estaban mucho por la labor… en cambio los padres de Juanito, un compi de clase, sí que eran enrollados y aún recuerdo cómo lucía Juanito su carnet en clase para envidia de todos.
Mi infancia es una mezcla de decepción y frustración plagada de clubs a los que nunca pude afiliarme. Como ya he dicho, mis padres, pobrecillos, se pasaban el día trabajando y era mi tía adolescente la que se encargaba de cuidarnos a mí y a mi hermana. Gracias a ella, series como ‘Sensación de Vivir (90210)’ o ‘Melrose Place’ irrumpieron en mi cerebro mucho antes de que pudiera ser consciente del bitcherio y los dramas que suponía la vida adulta.
Rellena a tu gusto este carnet y quítate el trauma de no haber sido Megasocio
Para mí lo importante era satisfacer esa necesidad imperiosa de pertenencia al club de moda, pero nada, ni al Club Disney, ni al Club Megatrix, ¡ni si quiera al Club Colacao tuvo a bien mi tía de apuntarme!
Yo era un niño bastante espabilao, con 5 añitos aprendí a programar el VHS para grabar por las mañanas los capítulos de los ‘Power Rangers’ y por las noches ‘Hostal Royal Manzanares’. Desde aquel momento me convertí en el cabeza de familia en cuanto a tecnología se refería, el Mark Zuckerberg de mi casa, por lo que desentrañar los misterios de la oficina de Correos acabó siendo pan comido y, finalmente, pude optar a la membresía de un club que por aquel entonces, a mediados de los 90, crecía a pasos agigantados: EL CLUB NINTENDO.
Señoras que al final consiguieron ser de un club
Afortunadamente, hoy en día contamos con las ventajas que nos da internet y pertenecer a un selecto club está al alcance de un “click”. Pero lo importante es que existan comunidades como esta que crearon hace diez años Rusty, Mike Medianoche y JoniPod.
Todos somos bastante sufridores en casa y, a pesar de lo frenética que sea nuestra vida en pleno s.XXI, nunca está demás que nos lo recuerden y que al entrar aquí sintamos que estamos como en casa, en compañía de nuestros similares.
Por todo ello, mil gracias Mike por hacer que el corazón de Sufridores siga latiendo y ¡a por otra década más y las que vengan!