Hoy es el día del libro, y todo el mundo en las redes sociales está tirándose el pisto de lo leídos que son y de cuán importante es la lectura en sus vidas, pese a que luego quizá no usen las novelas más que para igualar patas de mesas que cojean más que Mari Carmen García Vela, la mítica presentadora de Informe Semanal.
Como no queremos ser menos, hoy cogeré de mi biblioteca particular el libro Yupi, defensor de la naturaleza y os hablaré de cuán importante es en la literatura universal. Bueno, tampoco hay que pasarse, mejor me limito a comentar un poco su argumento.
A raíz de la emisión de la serie Los mundos de Yupi en Televisión Española surgió un gran número de objetos de merchandising, como la colección Lo que sabe Yupi y de la que ya hablamos en su día. Y también publicaron en 1989 una serie de cuentos bajo el nombre genérico y original de Los mundos de Yupi en el que encontramos títulos como Yupi y la nave fantasma, Yupi y el monstruo de la oscuridad, Yupi y la estrella de la Navidad o Yupi, defensor de la naturaleza, en el cual me centraré.
Yupi, defensor de la naturaleza, es una obra escrita por Carlos Puerto, un autor que actualmente tiene mucha novela juvenil publicada, y con ilustraciones de Rafael Carralón. En él nos cuenta como Yupi y su compañero Astrako están viajando en platillo volante sin rumbo determinado, cuando Astrako saca la cabeza por la ventana de la nave y le da en el coco una lata vacía. Yupi se ríe de él, hasta que comprueban que en el espacio hay mucha basura intergaláctica flotando.
-Algún guarrete anda suelto- dijo Yupi.
-Sí, sí: guarrete, descuidado y peligroso. Primero me hace un chichó; y ahora ¡todas estas porquerías!
Total, que Yupi convence a Astrako para hacerse “defensores de la naturaleza”, toda la naturaleza que pueda ser el espacio exterior de los marcianitos, y armados con un cazamariposas comienzan a recoger toda la porquería que flota por ahí. Eso sí, Astrako al principio se muestra más reacio a trabajar por amor al arte que Bibiana Fernández en Supervivientes, pero Yupi le promete que le dará una insignia de defensor: un sabroso plátano, ya que “le encantaba aquella fruta que procedía del planeta Tierra. Tan blandita, tan aromática, tan…” Tan porno, leído con ojos maliciosos.
Pero en esto que Yupi y Astrako se encuentran una “chabola interestelar” en la que vivían dos “vagabundos” que arrojaban desperdicios al espacio como pipas y cáscara de “huevo de paloma venusiana”, que fueron a parar a Astrako y lo dejaron tal que así.
Como Yupi les dijo que dejasen de ensuciar, los vagabundos ultragalácticos se rieron de los defensores de la naturaleza, por lo que nuestro protagonista y amigo les intenta convencer para que se una a ellos. Pero los “ensuciadores” no están muy por la labor, como buenos mendigos.
-Nosotros… Bueno, es que no nos gusta trabajar.
-Es muy pesado.
-Uno se cansa.
-Es aburrido.
-Y total ¿para qué?
Yupi insistió y al final “a los dos holgazanes se les pusieron los ojos redondos. Estaban asustados. ¿Y si al final les gustaba trabajar? Mejor no probar. Se pusieron sus hatillos” e intentaron poner pies en polvorosa. Pero el alien naranja, más pesado que Carlos Latre valorando a Xuso en Tu cara me suena, acaba convenciéndoles de que será divertido, por lo que al final los vagabundos alienígenas aceptaron recoger escoria galáctica, con una súper moraleja de diálogo.
-Y yo que creí que no servíamos para nada… -dijo uno de los hombres de la chabola, al tiempo que le resbalaba una lagrimita por la cara.
-Sólo éramos unos vagos, y ahora, ¡defensores, tú!- exclamó el otro poniéndose muy tieso.
Hablando de ponerse tieso, al final de la limpieza, Astrako se comió el plátano prometido, en una escena un tanto fálica para unos ojos perversos.
-Bueno, pues zámpatela*- dijo Yupi, mientras contemplaba las basuras que había recogido por el aire.
*Matizo, si dice “zámpatela” no es por la apariencia fálica del plátano, sino porque se refiere a este como la anteriormente citada insignia de defensor de la naturaleza.
Pero resulta que Astrako no ha aprendido nada y sigue siendo “un guarreras” y tira la cáscara de la fruta por la ventana de la nave, mas por suerte, los vagabundos de la chabola interestelar cazaron la monda, y a Yupi le dio un ataque de risa. Luego, la basura recogida sería convertida en polvo de estrellas con una máquina del planeta Tacatón del que procedían ambos. Fin.
¡Feliz día del libro a todos! Y recordad que por aquí podéis leer todos los artículos dedicados a libros que hemos publicado hasta la fecha, con artículos dedicados a la novela de Al salir de clase, a Perséfone de Ricardo Bofill, al primer libro de Jorge Javier Vázquez o a El diario del Chavo del 8, entre otros.
Se me acaba de caer un mito. Carlos Puerto es un señor que hacía muchos de los guiones de Barrio Sésamo -el programa ORIGINAL en el que se basó el estúpido de Yupi- y vino a mi colegio cuando era peque a darnos una conferencia de esas que nos metían los curas para vender los libros de su editorial (un beso Maristontos!). Pues bien, yo acudí con «Espinete en la playa» y «El mejor amigo de Coco», dos de las grandes joyas de mi biblioteca, para que me los firmase, pero si llego a saber que es el culpable de esta cochinada en la que se mezclan extraterrestres gayers y marcianos con la voz de Don Pimpón jamás le habría dejado que impregnase su rúbrica en mis libros. Muy mal señor Puerto, muy mal.